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El gen invisible del autismo

Corre un gen autista en mi familia que debe llevar ahí generaciones. Mi abuelo escribía folios y folios de poesía, que por ahí estarán guardados en una caja. Yo también. El bolígrafo me corre sobre el papel de forma casi automática.

Su hermana enviudó y perdió todo contacto con el mundo: se convirtió en la anciana arisca que controlaba el dinero de manera patológica cuando pagaba en el restaurante de debajo de casa donde comía todos los días. Cuentan que llegaba con un fajo de billetes, que contaba minuciosamente el dinero y el cambio, y que lo escondía con disimulo antes de volver a casa. Un ritual que se repetía día tras día durante años. Murió sola, y nadie se percató de su ausencia hasta varios días después, cuando el olor era insoportable. ¡Que vida más triste! Sin querer y, por tanto, sin ser querida.

Por entonces yo no sabía que eso era autismo.

Ahora, Annette, mi amiga del alma que no pudo ser, me ha hecho sentirlo en mis carnes. Tras un año o dos abriéndole mi alma, mi casa y mi familia, entramos en una farmacia. Treinta euros. Sacó la tarjeta. Yo estaba a su lado delante del mostrador. Nadie más. Colocó la mano izquierda sobre el teclado para que yo no lo viera. Y marcó los números: uno, dos, tres y cuatro. Cuatro punzadas dolorosamente clavadas en mi alma desnuda, una detrás de otra. Yo nunca le escondería la clave de mi tarjeta a mi mejor amiga.

Pero es que yo no era su mejor amiga. Ni siquiera, probablemente, era su amiga. No era nada, después de tanto tiempo. Temblé por dentro, pero no podía llorar. Ya no me quedaban lágrimas.

Los autistas son desconfiados porque no conocen las intenciones de los demás. Son ciegos a la mirada, a las intenciones de la mirada.

¿Te imaginas vivir en un mundo en el que todos llevaran gafas de sol?

¿Siempre?

Sí, siempre.

Perderíamos mucha información. Mucha información que tenemos habitualmente y de la que ellos no disponen. Parece increíble que esa condición exista. Y más increíble que no sea conocida, como la ceguera o el síndrome de Down. Autismo de alto funcionamiento. Todo un misterio, incluso para mi.

Eso es el autismo del que hablo.

No puedo culparla. Está ciega. Pero tampoco puedo seguir sufriendo por ella. Y, como todo en la vida tiene algo bueno, ella, sin saberlo, me ha enseñado a conocerme mejor a mí. ¡Yo, que creía que con cuarenta años lo sabía todo! ¡Yo, que pensaba que me conocía a la perfección gracias al reflejo que mi marido hacía de mí!. Pues, al parecer, aun quedaban más piezas. Y las que vengan. La vida me ha enseñado, sobre todo este último año, que nunca sabremos todo, que nunca entenderemos todo.

La otra mitad genética, la que viene de mi madre, brilla por su inteligencia social. De una familia de terratenientes y militares, ricos, astutos y sarcásticos, mi madre debió ver algo dulce en mi padre, en esa figura casi infantil que parecía que acababa de nacer. Y, en cierto modo, era real. Como primogénito, con siete años lo enviaron a un seminario para que fuera sacerdote, cosas que se hacían en aquella época. Nunca salió prácticamente de allí hasta los 28 años, edad en la que solicitó matricularse en la Universidad. Y allí comenzó a abrirse su universo.

Parece que heredé la intuición de mi madre. Quizás el rasgo más incapacitante del autismo no puede conmigo. No sólo leo la mirada, sino que creo que la leo mejor que los demás.

Tania Marshall habla en un artículo del sexto sentido de algunas mujeres autistas. Os dejo el link por si os interesa.

https://taniaannmarshall.wordpress.com/tag/sixthsense/

Dentro de ese grupo me incluyo yo. Quizás no cumpla criterios, por tanto para el diagnóstico de autismo, pero me reconozco en muchos de sus rasgos.

Si alguien está dudando de su diagnóstico, le recomiendo realizar el test Aspie-quiz en internet. No es que tenga valor desde el punto de vista médico, pero sí que nos puede acercar un poco a nuestra realidad y resolvernos algunas dudas. A partir de ahí, podremos decidir si queremos saber más o si la información obtenida es suficiente para nosotros.

http://www.rdos.net/es/

Mi resultado fue mixto: tengo tanto rasgos neurodivergentes (autistas) como neurotípicos cuando hice el test conjunto con el test de mirada de Baron- Cohen. No encuentro esa versión pero fue la percepción lo que me puntuó más alto. Curiosamente yo sabía bien qué significaba cada mirada. Y digo curiosamente porque en los foros de autismo, ¡los ojos vuelven loco a casi todo el mundo autista!

A mí todos las miradas me dicen lo mismo, parece que me observan…. es el comentario más general.

Sin embargo, en la versión actual, donde no se incluye el eye-test, me dan como probablemente autista: 138 neurodivergente y 86 neurotípico.

En resumen, sobre todo, un valor alto en la percepción neurotípica. Todo lo que a Annette le falta. Quizás por eso, sin saberlo entonces, sentí que la podía ayudar. Quizás fue lo mismo que mi madre sintió por mi padre hace muchos años.

Pero no se puede ayudar a alguien que no quiere ser ayudado.

Ni amar a alguien que no quiere ser amado.

La amistad perdida en el abismo de la indiferencia…

 

 

Autismo: el diagnóstico en mujeres

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Las mujeres de los 80 y anteriores somos una generación pasada por alto.

Quien conozca un poco la historia del síndrome de Asperger sabrá que hasta el año 1981, Lorna Wing no le asignó este nombre a un trastorno de la comunicacion social que no implicaba alteraciones en el lenguaje. Seguir leyendo Autismo: el diagnóstico en mujeres

Cuando el autismo se puede modular

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Dicen que una imagen dice más que mil palabras.

Dicen que las personas autistas piensan más en imágenes que en palabras. Es cierto. Algunas. El autismo es algo tan amplio y tan variado, que hay autistas que piensan más en palabras que en imágenes. Que se comunican mejor con palabras, que son buenos utilizando las palabras. ¿Cómo? Sobre todo escritas.

Yo me he dado cuenta ahora de que mi capacidad para escribir, de forma casi automática, mi necesidad imperiosa de escribir aquello que me emociona -positiva o negativamente- es otro de mis rasgos autistas. Como de tantas otras cosas, no tenia ni idea. Seguir leyendo Cuando el autismo se puede modular